Los migrantes recién llegados a la costa española
Son muy jóvenes, todos hombres. Un buen grupo se sienta en la entrada de uno de los dos hoteles en los que se alojan en la playa de Gandia, del mismo grupo empresarial y situados uno frente a otro. Miran el móvil, escuchan música con sus auriculares o hablan en grupo entre ellos, todos muy tranquilos y disfrutando de una más que agradable temperatura pese al viento. Aunque les une allí el hecho dehaber llegado en condiciones muy duras por mar hasta Canarias y después enviados a la península para ser alojados en distintos puntos, muchos se cruzan sin dirigirse la palabra, porque son de distintos países y, por tanto, ni se conocen.
Condiciones de los migrantes
La capital de la comarca de la Safor acoge a un centenar de migrantes llegados a las islas Canarias. Prácticamente ninguno habla español, todos francés y muy pocos se defienden de manera fluida con el inglés. En esa lengua, uno de ellos, procedente de Guinea Conakry, y que va acompañado de otros dos compatriotas explica a el diario que son los procedentes de Gambia los que mejor se expresan tras intentar que cuente algunos detalles de su llegada a España y del viaje que emprendió.
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No se halla ninguno de esta nacionalidad en las proximidades del hotel, pero sí un joven senegalés, Sekou Sane, de 29 años, quien saluda amablemente, como hacen también sus otros tres acompañantes y todos los que se acercan con curiosidad a saber quién se está interesando por ellos. Cuenta que salió de su país y estuvo cinco días en el mar en una embarcación impulsada con vela. «Fue un viaje sin dificultad, todo tranquilo», cuenta.
Habla, además de francés, inglés y algo, muy poco, de español, y cuenta que «he venido para trabajar y ayudar a mi familia, que está en Senegal». Muy amablemente pide que no se escriba nada más que eso de él, tampoco quiere tomarse fotos ni que se las hagan a sus compañeros porque quieren evitar cualquier problema. «¿De verdad nuestras vidas importan a alguien?, se pregunta con gran crudeza y después de haber tenido que pasar una auténtica odisea para poder llegar a España huyendo de las duras condiciones en las que se vive en su país.
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No quiere perder el tiempo, por eso, en varias ocasiones pregunta: «¿Dónde puedo trabajar?». Tiene estudios, habla dos idiomas y chapurrea algo de español, así que, a priori, debería tener muchas posibilidades de encontrar un empleo pronto, pero, como él mismo recuerda: «no tengo papeles». Por eso, a renglón seguido, vuelve a preguntar: «¿tú sabes dónde puedo arreglar mi documentación para poder trabajar aquí en España?». Ha llegado con un objetivo claro y no quiere perder más tiempo, consciente de la necesidad que tiene su familia de recibir el dinero que él les pueda enviar.
Apoyo y dificultades futuras
A este aficionado al fútbol, del Real Madrid, y que dice jugar «muy bien» a este deporte, le queda por delante un camino complicado, para lo que contará con la ayuda de entidades como la Fundación Cepaim, que es la que se encarga de atenderle tanto él como al resto de personas en Gandia.
Ampliación del horario de atención para solicitar el voto de los extranjerosOtro senegalés que acaba de llegar a las inmediaciones del hotel con tres chicos más, dice que estuvo ocho días en el mar para llegar hasta Canarias y que tampoco tuvo mayores problemas durante el trayecto más allá de los derivados de un viaje que ya de por sí es duro. Otro se acerca y, con gestos, se señala los pantalones. Quiere algo de ropa.
Las inmediaciones del hotel no es el único punto por el que se mueven. En la primera línea de la playa de Gandia, varios grupos se sientan a charlar tranquilamente mientras miran al mar, donde, a lo lejos, se ve a otros dos jóvenes casi tocando la orilla realizando ejercicios físicos.