Si la primera LEGO película resultaba sensacional era porque condensaba un mensaje imprescindible, humor, grandes personajes y un universo de referencias para todas las edades. Destacaba la importancia de la creatividad en un mundo cuadriculado, una idea subversiva vendida a través de franquicias donde se imponía la necesidad del juego, de la imaginación y de compartir. Para ello, hacía animación de una aparente incoherencia; usar LEGO, figuras versátiles pero cuyo movimiento resulta muy limitado.
Esta secuela pierde capacidad de sorpresa y un reparto más coral. Se echa en falta más protagonismo de los personajes secundarios y sus intrahistorias, con una trama más centrada en Emmet, Lucy, y su idea de madurar.
Sin embargo, la historia vuelve a tocar temas interesantes, que funcionan a diferentes niveles enlazando lo que pasa en el mundo real con los Lego, los chavales que representan y sus diferentes sensibilidades. Ante la pasada avalancha de cameos, esta nueva entrega se muestra mucho más comedida, con el riesgo de que querer mostrar cosas nuevas acaba por hacer necesario explicarlas.
En esta ocasión, destacan los imponentes números musicales. Canciones pop de gran calidad, brillantemente interpretadas y traducidas, que dan mucho color al filme y donde reina la «malvada» de la función. En definitiva, una brillante secuela, quizás menos redonda que la original, pero con mucha alma y cosas interesantes que decir y contar.
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